El 21 de febrero de 2022, Rusia reconoce dos estados separatistas en la zona de Donbas y despliega sus tropas en la región. Tres días después Rusia inicia la invasión total de Ucrania y abre la puerta a un conflicto que puede escalar a nivel planetario. Ah, pero no se nos olvide, veníamos de dos años de vivir una pandemia como nunca nos había tocado vivir. Años en los que aprendimos a lavarnos las manos, mantener el distanciamiento social, quedarnos en casa, usar el cubrebocas y llorar a las tantas personas que lel Covid-19 nos arrebató.
2022 parecía ser el año en que todo comenzaría a regresar a la normalidad, comenzábamos a ver la luz al final del túnel. La incertidumbre poco a poco daba paso a la elaboración de planes para el futuro y esto era algo que nos llenaba de esperanza. Sin embargo, hoy vivimos una vez más con la incertidumbre de la guerra. Una guerra que como siempre tiene dos bandos, dos razones, dos pretextos y dos justificaciones. Hay un agresor y un agredido. ¿Quién tiene la razón? Ese es un juicio que solo la historia habrá de emitir.
Lo qué sí es cierto es que la historia nos muestra como existe un vínculo entre las pandemias y las guerras. A veces van de la mano, a veces una desata a la otra. Desde tiempos del Antiguo Egipto, Roma, Grecia y en general Europa han visto sus poblaciones diezmadas por los efectos de pandemias y guerras. Siendo un claro ejemplo la 1ra. Guerra Mundial que siguió después de la epidemia de fiebre española a inicios del siglo XX.
Los psicólogos y los expertos en geopolítica parecen coincidir en que éste vínculo se debe principalmente a la percepción que los estados tienen de su propio valor dentro del esquema internacional, en donde una pandemia y sus efectos debilitan sus sistemas prioritarios como el financiero, de salud o militar. Esto los lleva por naturaleza humana a intentar demostrar su valía a través de actitudes desafiantes. Todo lo que se necesita es un pretexto que justifique una actitud beligerante.
Aquí es cuando debemos hacer una pausa y recordar aquella frase: “Manejo inadecuado de la pandemia”. Porque si bien el aspecto médico de la salud era lo más importante a fin de contener la letalidad del virus, también era muy importante actuar con visión de futuro determinando los efectos que una situación tan atípica tendría sobre la psique colectiva.
Asimismo, hoy surgen voces que argumentan que también se puede aprovechar la actual situación geopolítica basada principalmente en el control de los recursos naturales, en específico aquellos relacionados con los hidrocarburos en el norte de europa, para dar pasos decisivos hacia la adopción de energías renovables y limpias para satisfacer la demanda a nivel mundial. Básicamente se trata de definir un nuevo enemigo contra el cual luchar, al cual enfrentar desafiantemente y recuperar ese sentimiento de autoestima nacional. Ese enemigo bien puede ser el cúmulo de malas prácticas y hábitos que hoy por hoy ponen en riesgo nuestra sobrevivencia como especie. Me refiero al calentamiento global y las consecuencias a muy corto plazo que ello conlleva.
Dicho cambio requiere a su vez, de una modificación de nuestra visión a futuro, apartándose de políticas populistas para adoptar estrategias enfocadas a la supervivencia. Tal vez esto suene utópico pero es muy fácil de comprobar. Simplemente cambiemos las palabras “malos hábitos” por la palabra “enemigo”. Hagámoslo a diario y veremos como con el tiempo comenzaremos a luchar por erradicarlo. Enfoquémonos en mejorar en lo personal y con el tiempo mejoraremos como sociedad. El resultado final será un mejor futuro.